Escuchar el cuerpo para evitar el agotamiento 🌷
¡Feliz lunes, querida comunidad! 💜 Sé que a veces el inicio de semana llega con el peso de todo lo que evitamos, todo lo que sentimos “pendiente”, y también con esas preguntas internas que el cuerpo susurra mientras intentamos seguir con normalidad.
Hoy quiero contarte una historia que, quizá, también sea un espejo amable para ti. Una historia donde el agotamiento no es fracaso… sino un llamado cariñoso del cuerpo.
Y donde la organización —esa que no acelera, sino que abraza— se convierte en una pequeña linterna en medio de la neblina mental.
La protagonista es Luna, y si la leíste el viernes, seguro la recuerdas con su humorcito para romper tensiones (y si no lo leíste, aquí te dejo el link de "Cerrar la semana con gratitud y ligereza 💫". Pero como la vida es larga y el ánimo va por olas… esta historia nos mostrará otra parte suya.
🌙 Días después de la reunión
El viernes había sido cálido. Luna volvió a casa con el corazón un poquito más liviano. Solo un poquito, porque el Hashimoto no se va por arte de magia. Pero al menos sintió compañía.
A los días, sin embargo, se despertó con un cansancio extraño. Uno de esos que no se parece a estar desvelada ni a haber trabajado demasiado. Uno de esos que parecen caer desde dentro.
—Ay no… —murmuró mirándose al espejo—. ¿Por qué me despierto como si hubiese peleado con un dragón? Si ayer solo contesté correos…
Se lavó la cara. Se miró a los ojos. Y esa sombra emocional estaba ahí: tormenta suave pero terca.
“¿Otra vez esto?”, pensó. Ese nudo en la garganta que no avisa, ese ánimo que cae sin lógica. Lo emocional mezclado con lo hormonal. El Hashimoto haciendo señales.
☎ La llamada que no esperaba
Manuel llevaba desde el sábado observando a Luna en la oficina. Él conocía ese cansancio. Él había cruzado por ahí. Así que decidió llamar a Cecilia.
—Ceci… perdona que te moleste —dijo—. Pero creo que Luna necesita hablar contigo. No sé si es mi impresión, pero la noto… como si se estuviera apagando un poquito.
Cecilia guardó silencio unos segundos.
—No la estás imaginando. Las enfermedades autoinmunes suelen traer días así —respondió con calma—. ¿Crees que ella aceptaría venir? —le preguntó.
—Sí. Creo que sí. Pero, ¿puedo decirle que tú la estás esperando?
—Dile que quiero verla. Con cariño, sin presión.
Manuel sonrió.
—Gracias, Cecilia. No sabes cuánto ayudaste la vez pasada.
—Ayudaron todos ustedes —contestó ella—. Nadie sana solo.
🪷 La primera sesión
Luna aceptó. Con duda, pero aceptó. Cuando cruzó la puerta del consultorio, su humor habitual estaba dormido.
—Hola, Luna —dijo Cecilia con su voz suave—. Qué gusto verte.
—Hola… —contestó Luna, intentando sonreír—. Vine porque Manuel me insistió. Dijo que “me estaba apagando”, y mira… tiene razón.
Se sentó, se acomodó el cabello. Respiró.
—Hay días en los que siento que estoy bien —empezó— y de pronto… zas… todo se me hace un mundo. Y no es tristeza por algo, es como… —buscó palabras— como neblina. Neblina en la cabeza, en la motivación, en el cuerpo.
Cecilia asintió.
—¿Y te permites escucharte cuando ocurre? —le preguntó.
Luna soltó una risita débil —Escucharme sí. Entenderme ya es otra historia —dijo con algo de humor.
Y luego, lo dijo:
—Tengo Hashimoto. Y hay días en los que juro que lo manejo… y otros en los que no sé ni por dónde empezar. Me olvido cosas. Me canso rápido. Y me frustra, porque quiero hacer más… pero mi cuerpo me dice “no hoy, Lunita, hoy toca pausa”.
Cecilia sonrió con ternura.
—Luna, tu cuerpo no te sabotea. Te avisa. No te está frenando: te está protegiendo.
Ella suspiró.
—Sí… pero duele no poder con todo.
—Nadie puede con todo —respondió Cecilia—. Y menos cuando el cuerpo está en proceso de inflamación. ¿Qué haces cuando sientes que no das más?
Luna bajó la mirada.
—Me exijo más… y luego lloro. Sin razón aparente. Bueno… ya tú sabes, razones sí hay, solo que las hormonas las exageran.
Ambas rieron bajito. Humorcito para alivianar la emoción.
📓 La organización que abraza (y no presiona)
—Luna —dijo Cecilia—, ¿alguna vez has probado organizarte desde la compasión?
—¿Eso existe? —preguntó ella riendo—. Porque yo solo conozco la organización tipo “si no cumples, fallaste”.
—Existe —dijo Cecilia— y es perfecta para días con neblina mental.
Luna escuchó con atención.
—La organización compasiva se basa en tres pasos:
- Priorizar sin pelearte contigo.
- Escribir para liberar espacio mental.
- Dejar márgenes de flexibilidad.
—Flexible, dices… —Luna levantó una ceja—. ¡Mi palabra favorita! Bueno, la segunda después de “postre”.
Cecilia sonrió.
—Hashimoto provoca olvidos, lentitud mental, falta de energía. Es normal. Por eso escribir ayuda: saca de tu cabeza lo que no necesitas cargar. Y priorizar hace que no te exijas como si tuvieras la energía en 100%.
Luna se quedó pensando.
—¿Y si organizo mi semana como si fuera yo misma mi amiga?
—Eso es —respondió Cecilia—. Cuídate como cuidarías a otra Luna más pequeña. No te golpees por cansarte.
🌱 El encuentro con Adela
Esa misma tarde, después de la sesión, Luna salió a caminar un rato. El cuerpo seguía pesado, pero algo en el pecho se sentía más liviano. Al doblar la esquina, vio a Adela saliendo de una librería con un libro que habla del Hashimoto en tu vida y una sonrisa tibia.
—¡Lunaaa! —dijo Adela agitándole la mano.
—¡Adela! —respondió ella—. Estoy a segundos de robarte ese libro.
—Te lo presto, pero con una condición…
—¿Cuál?
—Que me cuentes cómo te fue con Cecilia.
Luna rió.
—¿Cómo sabes que fui?
—Porque cuando una tiene Hashimoto, reconoce la mirada de otra que tuvo un día inflamado —dijo Adela bajito.
Y ahí, sin proponérselo, caminaron juntas hablando de síntomas, de días buenos y malos, de esas lágrimas que salen sin aviso. Adela le dijo:
—Yo también tengo Hashimoto… y créeme, la organización suave me salvó. Empecé a escribir mis cosas, no por disciplina, sino porque mi cerebro parecía una radio con estática.
—¡Eso! ¡Así me siento! —dijo Luna, emocionada—. Como si mis ideas quisieran hablar todas al mismo tiempo.
Caminaron un rato más, respirando.
—No luches contra tu cuerpo, Luna —dijo Adela—. Acompáñalo.
—Intentaré. Pero si fallo…
—Vuelves a intentar o me llamas. Punto.
🧠 El plan de Luna para escucharse mejor
Esa noche, Luna abrió un cuaderno que tenía guardado desde hacía meses. Uno bonito, de tapa lila (obvio). Escribió:
“Plan para no agotarme (o al menos no tanto)”
- Si estoy cansada desde que despierto → bajar la velocidad del día.
- No confiar en mi memoria → usar listas pequeñas.
- No llenar mi agenda → dejar espacio para respirar.
- Ser amable conmigo cuando la mente se nuble.
- Recordar: mi cuerpo no es un enemigo; es un mensajero.
Mientras escribía, sintió un alivio raro. Como si las palabras ordenaran también sus emociones.
—Ok, Luna… —dijo en voz baja—. Hoy sí te escucho.
🌄 El lunes que empieza distinto
A la mañana siguiente, antes de mirar el celular, Luna respiró hondo. No para “ser productiva”, sino para ser consciente.
Y por primera vez en mucho tiempo, no se exigió estar bien. Simplemente se permitió estar.
Se preparó un desayuno suave, hizo una lista de solo tres pendientes para no saturarse, y dejó espacio para descansar entre tareas.
Cada paso fue lento… pero propio. Cada decisión fue pequeña… pero honesta.
Ese día, Luna sintió que escuchar el cuerpo no la hacía débil. La hacía sabia.
Hoy, que inicias una nueva semana, recuerda esto:
Tu cuerpo no es un obstáculo.
Es una brújula.
Una que, cuando se inflama o se agota, te susurra suavemente:
“Baja el ritmo… te quiero viva, no perfecta.”
Escúchate.
Ordénate con cariño, sin rigidez.
Permítete descansar sin culpa.
Y recuerda que incluso los pasos más pequeñitos cuentan para avanzar.
Es una brújula.
Una que, cuando se inflama o se agota, te susurra suavemente:
“Baja el ritmo… te quiero viva, no perfecta.”
Escúchate.
Ordénate con cariño, sin rigidez.
Permítete descansar sin culpa.
Y recuerda que incluso los pasos más pequeñitos cuentan para avanzar.
Si deseas conocer más sobre el hipotiroidismo y Hashimoto, aquí te dejo dos enlaces:
🌷 ¿Qué señal de tu cuerpo necesitas escuchar esta semana?
Si esta historia te acompañó, compártela con alguien que necesite bajar el ritmo o recordar que su cuerpo también merece paciencia 🦋.



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